Dos días una noche

Dos días una noche. Deux jours, une nuit. Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne. Bélgica, Francia e Italia. 2014

comite-de-luchaConsidero, al revés de lo que piensan algunos críticos, que la última película de los Dardenne es un salto cualitativo de gran importancia respecto a su filmografía previa. Si los hermanos belgas debutaron con aquella entrañable película que es Rosetta, una chica que vivía en los márgenes del sistema, desesperada por encontrar un medio de vida que le permitiera subsistir, y habitando en un terreno de casas rodantes, que es la forma que toman las «villas miserias» en el mundo desarrollado, ahora su personaje principal es una mujer claramente inserta dentro de la sociedad en la que vive, que no por eso la pasa del todo bien.

La película nos cuenta la historia de Sandra, una obrera en una pequeña industria de Bélgica, que al comienzo del filme está por reinsertarse a su puesto de trabajo luego de haber padecido un problema de depresión. La empresa mientras tanto, durante su ausencia le ha dado un aumento de sueldos al personal consistente en un bono de mil euros por persona, con la  condición de que los compañeros de trabajo de Sandra voten en contra de su regreso. La disyuntiva siniestra que plantea la patronal, se podría resumir en un slogan: “Sandra o bono”. La plata no alcanzaría para las dos cosas. Si Sandra regresa a su puesto, los obreros pierden el bono. Al comienzo del filme nos enteramos que ya hubo una votación  y de los 16 obreros que votaron, solo dos lo hicieron a  favor del regreso de Sandra. Ayudada por Juliette, una de las dos personas que votó a favor de su regreso, y con el fuerte apoyo emocional de su esposo, Sandra consigue que la empresa se comprometa a realizar una nueva votación el lunes siguiente. Sandra, junto a Juliette y Manu, su esposo, tienen un fin de semana, “dos días y una noche”, para convencer a los obreros que cambien su posición y voten por el regreso de Sandra, renunciando al bono de mil euros. La película sigue el peregrinaje de Sandra por las viviendas de los compañeros de trabajo.

Es interesante destacar como un acierto del guión el hecho que los Dardenne hayan elegido que el personaje fuera una persona depresiva. Y la interpretación de Cotillard es totalmente convincente. Solo quien haya convivido con un enfermo depresivo, puede entender lo ajustadísimo de su papel. Podrían haberla “enfermado” de muchas cosas, pero no cayeron en el lugar común de hacerle sobrellevar un cáncer, por ejemplo, sino que eligieron una de las más dolorosas enfermedades que un ser humano pueda padecer, y que es un típico fruto podrido engendrado por la sociedad capitalista. Mientras otras dolencias psiquiátricas como la enfermedad bipolar, son tan viejas como el hombre, y ya eran descriptas en la antigua Grecia, la depresión a secas, es el “regalo” que el sistema capitalista ha legado al hombre contemporáneo. Será en poco tiempo la mayor fuente de incapacidad laboral en los países desarrollados, como no se cansan de recordar la Organización Mundial de la Salud y la OIT. Está claro, los Dardenne no viven en una campana cristal, no solo crean bellas películas, sino que se informan. Pero la depresión tiene, además del sufrimiento para el paciente y el entorno familiar, un rasgo siniestro: no parece una enfermedad laboral, aunque en lo más recóndito lo sea. La empresa no tiene la culpa, no es como caerse de un andamio o perder un dedo triturado por una máquina, como mostraba Elio Petri en “La Clase Obrera va al Paraíso” (1971). Es una enfermedad que puede llegar a matarte, pero si la muerte ocurre, va a ser casi seguro fuera del ámbito de la empresa. Y para el capitalista es lo único que importa. Sin embargo, ha habido críticos que consideran la escena del intento de suicidio como un «golpe bajo» del filme, aún cuando está filmada con sequedad, con austeridad de medios, sin recargar una escena de por si dramática. No es el travelling de Kapo, digamos. Pero esta escena puede ser cuestionable, no por lo que muestra en sí misma, sino porque exige la siguiente: la fugaz internación y el alta prematura, que rompe con todo el tono naturalista del filme. Ningún médico en ningún país del mundo, y menos en la Europa desarrollada, dejaría que una persona con antecedentes depresivos y que acaba de intentar un suicidio, se vaya a su casa a las pocas horas del hecho, y encima retome una actividad tan estresante como las entrevistas con sus compañeros.

photo-deux-jours-une-nuit3La decisión de dotar al espacio escénico de un valor expresivo fundamental en la puesta en escena, se mantiene intacta, al igual que en anteriores películas suyas. En una de las escenas más bellas del filme, que transcurre precisamente en la casa de Sandra, se resignifica por completo el valor simbólico del espacio. El hogar deja de ser un sitio para aislarse del mundo exterior y se transforma en una especie de “unidad básica” donde los miembros de la familia se convierten en militantes. Me refiero a la escena, al comienzo del filme, en que vemos a los cuatro miembros, reunidos alrededor de la mesa familiar. La cámara, está ubicada a la distancia justa para que los cuatro entren en la escena sin necesidad de recurrir a los planos y contraplanos. Están armando el listado de los compañeros de trabajo de Sandra y todos hacen su aporte. Sandra y su esposo, utilizando la guía telefónica de papel, y la niña, con una notebook, quizás recurriendo a Google Maps, como buena “nativa digital”, trata de apropiarse de ese objeto que es la computadora para ponerlo al servicio de las necesidades de sus padres. Ella también educa. El niño, algo menor, es el único que solo está como espectador. Pero no lo mandan a jugar por ahí, sino que se queda presente recibiendo una soberbia lección práctica de cómo no resignarse y luchar.

photo-deux-jours-une-nuit2Otra escena, en el final, cuando el que parece el dueño de la empresa, ya habiendo pasado la votación, llama a Sandra para hacerle la “propuesta indecente” de darle el trabajo a ella a cambio de despedir a otro más adelante. Sandra ingresa con mucha confianza y resolución en lo que parece una sala de reuniones. El patrón, en un gesto de enorme hipocresía, no está sentado en un sillón con alto respaldo a la manera de un trono. La hace pasar, la lleva a una “mesa redonda”, donde parece que todos somos iguales, pero el Jefe se sienta primero, y cuando Sandra está por elegir su asiento entre los muchos libres, él le dice que no se siente allí, que se siente en otra silla, que es exactamente igual a la que eligió Sandra. Ella está en terreno enemigo, y su lugar en ese espacio, no es una elección libre.

Todo el peregrinar de Sandra, es una lenta y vacilante, pero nítida toma de conciencia de clase. El haber conseguido la nueva votación del lunes fatídico, muestra que sí hay solidaridad y acción colectiva. En sus charlas, con los compañeros, no solo ella se va transformando y tomando conciencia de sus fortalezas, sino que obliga, sin buscarlo y sin saberlo, a que los compañeros se interroguen sobre sus decisiones respecto a la votación y a su lugar en el mundo. Eso diálogos llenos de sutilezas, van mostrando el complejo universo existencial de la clase obrera de la Europa desarrollada. Los Dardenne evitan caer en la trampa del panfleto y el fácil final feliz.

 

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