Nie yin niang. The Assassin. Hsiao-Hsien Hou. 2015
Cualquier espectador que vea esta película, quedará impactado por la belleza inaudita de sus escenas. Tanto las secuencias filmadas en exteriores como las que transcurren en interiores, son de un lirismo apabullante.
Está ambientada en la China del siglo VII y es una historia leve que transcurre entre la nobleza de una provincia en el interior.
En exteriores, el director prefiere casi siempre los planos generales, donde los personajes se pierden dentro del paisaje, y la naturaleza muestra su esplendor y el hombre su insignificancia.

Los interiores, son tomas con planos medios, que nos permiten seguir las expresiones del rostro de los personajes sin dejar fuera de campo la escenografía. Predominan los colores cálidos en la vestimenta y los adornos del cuerpo y de las habitaciones. Muchas veces al fondo, vemos una puerta o ventana por donde se cuela el azul intenso del crepúsculo o la noche. O varios planos superpuestos, casi como en una escena teatral, donde los actores que hablan están en los planos más cercanos, mientras

vemos al fondo, otras habitaciones y personajes. Un elemento central que forma parte de las escenas en interiores es el viento, en forma de una ligera brisa, que acaricia los rostros y mueve las suaves transparencias que cuelgan a modo de cortinas. A veces, las escenas en interiores, están captadas interponiendo estos velos, siempre en movimientos suaves.
El pueblo, aunque invocado a veces en el discurso de los personajes, no es protagonista, pero no está por completo fuera de campo.
Algunos espectadores, acostumbrados a la dinámica de las películas de Hollywood, consideran al filme como «lento». Pero los largos planos secuencias que predominan en la película, son consistentes con la idea de transmitir calma, quietud, parsimonia, aún en los momentos más tensos de los diálogos. Se pone en evidencia un sentimiento de resignación que fluye de todas las escenas íntimas. Solo se rompe esta cadencia cuando transcurren las breves secuencias de acción. Allí, la necesidad de dar ritmo a las luchas, llevan a un montaje frenético, aunque Hou, evita retratar la profusión de sangre o el sufrimiento de los contendientes. Pronto la calma vuelve a reinar.