Selma. Ava DuVernay. EEUU. 2014
Es siempre bienvenido, un filme bien hecho sobre las luchas sociales de los años sesenta del siglo pasado, que evita en todo momento la nostalgia. Ya desde el título, se muestra hacia adonde apunta el interés de la realizadora, la para mi ignota Ava DuVernay. Porque el filme no se llama “Martin Luther King”. La directora, con inteligencia, no hizo una típica biopic del tipo de las que nos tiene acostumbrado Hollywood. No es la apología del héroe solitario que encara, con una personalidad avasallante y sin fisuras el liderazgo de un país, o como en este caso, de un grupo bien determinado como lo era la población negra en los EEUU, en lucha por sus derechos políticos. Como lo han destacado otros críticos, la figura de Luther King, no es el centro de la película y no se lo muestra como idolatrado por sus seguidores, ni como alguien especialmente carismático. Al contrario, la película enfatiza la conducción colectiva del movimiento, y cómo muchas decisiones de King eran cuestionadas, mostrando que las luchas sociales que importan, nunca pueden ser la obra de hombres providenciales. Los temores y las dudas de Luther King, sus conflictos de pareja, el miedo a la muerte, como cualquier otro ser humano, hacen de este filme una “rara avis” en el universo de Hollywood. Selma es la ciudad del estado de Alabama, desde donde Luther King y otros dirigentes, organizaron varias marchas que constituyeron verdaderos hitos en las luchas por los derechos políticos de los negros. El filme de Ava DuVernay sortea con éxito uno de los defectos más comunes del cine Hollywood, no pone la historia del personaje por encima de la Historia de su propio país. La directora abre el juego al lucimiento de un grupo numeroso de actores secundarios y hace una puesta en escena donde el debate, las dudas, los miedos y las esperanzas, entre otros muchos y complejos sentimientos, se van abriendo paso mientras las luchas avanzan. Lo único imperdonable del filme, y no es un detalle menor, es mostrar la figura del presidente de EEUU de aquella época, Lyndon B. Johnson, quien hizo aprobar la Ley de Derecho al Voto de 1965 que finalmente permitió a los afroamericanos estadounidenses acudir a las urnas, como azorado por las muertes que la represión policial producía en Alabama. Es sin dudas detestable, que nada menos que el genocida del pueblo vietnamita, sea presentado como un ferviente demócrata.
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