Avanti Popolo

Avanti Popolo, Michael Warhmann, Brasil, 2012

avanti-popolo1Para quienes hayan pasado su adolescencia o juventud entre los años 1965 y 1975, en nuestro país, y hayan tenido un mínimo de inquietud política o social, no pueden resultarles ajenos los intérpretes que se escuchan en el comienzo de Avanti Popolo. Es que tanto el uruguayo Daniel Viglietti como el conjunto chileno Quilapayun, eran parte del repertorio obligado de esa década, para quienes se mostraran interesados en la denominada “canción de protesta”. Lo gratamente sorprendente de la película, es que la larga, asombrosa y emotiva escena inicial, jugada con gran originalidad, no es el comienzo de una melancólica evocación del pasado, sino que, lo sabremos después, tiene que ver con una historia ubicada en el presente. Es un retrato de un hombre mayor, que tiene como única compañía afectiva a su perra “Ballena” y que vive en una casa descuidada, donde se guardan recuerdos de un pasado doloroso. Un hijo que ya no está, es evocado a través de las imágenes de cortos caseros. El compromiso ideológico del ausente, es rememorado por su hermano, que vuelve a vivir con su padre.

Hay una reivindicación del cine, como resguardo de la memoria íntima. Un largo ritual precede a la proyección de las imágenes familiares: buscar el proyector, hacerlo reparar, rescatar las cintas, cargarlas en el proyector y finalmente proyectarlas. En una época en que casi todas las imágenes se digitalizan, Avanti Popolo rinde un homenaje a la “antigua” forma de ver y vivir el cine.

El humor está presente a través de dos escenas muy bien logradas. El taxista que tiene una colección de los himnos nacionales de casi todos los países del mundo, y el cineasta solitario que adhiere a los principios del “Dogma” y trata de explicar sus fundamentos de una manera que resulta irónica, y demuestra el poco apego del director a este movimiento de 20 años atrás.

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