La ley del mercado

La ley del mercado. La loi du marché. Stéphane Brizé. 2015

laley1La crisis económica que golpea en especial al mundo desarrollado desde el año 2008, está influenciando de manera notoria a los cineastas sensibles al drama social del desempleo, al incentivarlos a crear filmes que intentar abordar el tema desde distintas perspectivas. Los hermanos Dardenne trataron el problema del desempleo en su última película presentada en Cannes 2014, “Dos días y una noche” y ahora es el turno de Stéphane Brizé quien vuelve a convocar a Vincent Lindon, con quién ya había trabajado en su anterior filme, para encarnar el rol principal de esta película. Aquí Lindon es Thierry Taugourdeau un desempleado cincuentón con familia a cuesta (esposa y un hijo discapacitado) que lleva más de un año buscando un nuevo trabajo. Brizé nos invita a acompañar a Thierry en su deambular por los distintos lugares que forman parte de su vida de desocupado. El director acierta en sumo grado desde lo formal, ya que la cámara, si bien permanece cerca de Thierry, lo retrata casi siempre con planos medios y con paneos cortos e insesantes, a derecha e izquierda, como reflejando la ansiedad del protagonista y la dificultad para comprenderlo. Así lo vemos discutir en la oficina de empleo sobre la utilidad de los cursos que les hacen tomar a los desempleados, las peleas con la empleada del banco que quiere que venda su casa para pagar la deuda o los problemas de la falta de dinero para completar los gastos que su obra social no cubre para las necesidades de su hijo. También asistimos a un humillante interrogatorio vía Skype de parte de un potencial empleador y a un curso para saber como “actuar” cuando se habla en una entrevista de trabajo. Los desocupados discuten desde la vestimenta más adecuada, hasta la forma de mirar al entrevistador, como si la salida a los problemas del desempleo dependieran más de la actitud psicológica del desocupado que de la realidad objetiva del mercado laboral.
Thierry es un obrero calificado que busca solucionar su problema de forma individual. Cuando sus ex compañeros lo citan para una reunión en que se discutirá como actuar frente a la empresa que los despidió, él se hace a un lado.
Finalmente, con su dignidad pisoteada y sin poder encontrar algún trabajo que le permita aprovechar sus habilidades, termina como guardia de seguridad de un hipermercado. El nuevo empleo no parece entusiasmarlo pero tampoco lo frustra. Lo principal es que le asegura un ingreso para mantener a su familia. Su individualismo e insensibilidad se reflejan cuando debe hacerse cargo, junto a otros guardias, de casos de hurtos cometidos por empleadas que son sus propias compañeras de trabajo. Thierry no lo duda ni enfrenta dilemas morales, su alineamiento es total con la posición de los patrones a pesar de que es en esta empresa donde ocurre un hecho trágico (ver video) que pone en evidencia el cinismo de los capitalistas y la escasa reacción de los empleados ante las injusticias. La escena está magistralmente filmada por el director, quien decide, a través de un largo plano secuencia, enfocar la cámara hacia los representantes de la patronal, mostrando una de las estrategias más indignantes que consiste en hacer aparecer como culpable a la víctima de una tragedia. La frase que cierra la intervención del alto responsable de RR HH de la empresa, pone blanco sobre negro la evasión de las responsabilidades y la mirada hacia los trabajadores. Dice el personaje: «Aquí, nadie debe sentirse responsable de nada».
En conclusión: una película recomendable, que se constituye en un justo testimonio de los pesares de la clase obrera de Europa en el presente.

Un comentario en “La ley del mercado

  1. A veces, una sola escena puede justificar el visionado de un filme. «La ley del mercado» tiene méritos para ser vista completa, pero la escena que analizaré, es de una calidad superlativa y destaca sobremanera, de modo que merece que le prestemos una atención especial.
    El video con el que cierra la nota principal de más arriba, es un ejemplo simple pero contundente de como la forma de filmar define el contenido de la escena, más allá de las palabras de los personajes, o en todo caso, resignificando esas palabras, como debe ser en toda buena obra de arte.
    Esta escena, filmada por algún director sin el talento de Brizé, quizás hubiera mostrado, en la búsqueda de una aparente imparcialidad, una cámara que captara de forma alternada, el discurso del experto en RRHH y los empleados sentados en el salón mientras escuchan la arenga. Quizás hubiera recorrido los rostros de algunos de los compañeros de la víctima para retratar el impacto del discurso. Esta sin dudas, hubiera sido una puesta en escena no solo banal sino también políticamente reaccionaria.
    ¿Puede existir neutralidad del cineasta, cuando se retrata un esfuerzo desesperado de la patronal de desentenderse de su responsabilidad en la tragedia que motivó la reunión?.
    Brizé, entonces, hace otra cosa. Pone fija la cámara, como si fuera un trabajador más entre los oyentes. El director toma partido por los trabajadores, y paradójicamente los deja fuera de campo. Filma un largo plano secuencia que registra el discurso completo del representante de la empresa. Discurso que pretende, de una manera sutil, exculpar a la empresa del drama que se está analizando en la reunión. La actuación medida, que muestra un personaje frío y cerebral y argumentos que indignarían al más distraído de los trabajadores, rematan de manera genial el significado de la escena.

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