Los últimos cristeros, de Matías Meyer, México, 2011

Un tema original, que desarrolla un aspecto para mi desconocido de los primeros tiempos de la Revolución Mexicana: las persecuciones a la Iglesia Católica y sus consecuencias sobre aquellas personas que no adhieren a las políticas del gobierno y que quieren seguir practicando su culto sin obstáculos. Eso los lleva a esconderse en las montañas y vivir en una permanente huída de las expediciones represivas del ejército mexicano. Esto que hasta aquí parece razonable, empieza a volverse un delirio místico, cuando el paso de los años y los estragos de la soledad, tornan incomprensible la resistencia del grupo a integrarse nuevamente a la sociedad.
Cristianos que tienen una particular acepción de su fe, no dudando en robar y matar cuando las circunstancias lo requieren, deambulan sin rumbo, y sin demasiadas manifestaciones rituales, y viven en duras condiciones, siempre a la intemperie.
Meyer imprime al relato, caracterizado por largos planos secuencias, una dinámica acorde al estilo de vida que quiere retratar.
Con personajes parcos, que mantienen contenidas sus emociones, es difícil saber que están pensando o sintiendo, dejando para el espectador, suficiente espacio para la especulación. A partir de esta ambigüedad, es posible pensar sus actitudes hacia la familia, la fe, la amistad, la política, la autoridad y un largo etcétera. En un filme que no parece mostrar mucho, van sin embargo asomando detalles que inducen a reflexionar en varias direcciones.