La ley del más fuerte (Faustrecht der Freiheit), Rainer Werner Fassbinder, Alemania, 1975
Para los que aman en el cine las historias, el gran director alemán construye relatos que son a la vez atrapantes y revulsivos. La crítica social y moral, y los contrastes de clases y culturales, son algunos de sus sellos distintivos. Aquí tenemos el caso de un joven homosexual (interpretado por el propio director), que se queda sin trabajo cuando la policía detiene a su jefe y amante. Un buen día gana la lotería, y su suerte parece cambiar. Es el único personaje rescatable del filme, desde el punto de vista moral y afectivo. Su nuevo status le permite, al menos por un tiempo, experimentar un ascenso social, y pasar a convivir con el hijo de un empresario. Su generosidad ingenua, su forma de amar poco sofisticada, su falta de cultura, en comparación con su pareja, su ignorancia de casi todo lo que no sean los placeres mundanos, lo llevarán al desquicio y al suicidio. Suicidio que por otra parte, se ejecuta con un medio con nombre y apellido: el Valium 5 mg del laboratorio Roche. Dos veces aparece el nombre del medicamento, como para que no queden dudas de que se trata: cuando el médico hace la receta, y cuando el frasco vacío es visible junto al cuerpo inerte.
La mirada de Fassbinder de la sociedad de su época, es demoledora y pesimista. La explotación del más débil, sea homo o heterosexual, es la ley suprema. El afecto no existe o está siempre subordinado al interés material. Casi todos evitan el compromiso. Aparece la supervivencia del antisemitismo, encarnado en el comprador de autos usados.
Fassbinder construye sus personajes de manera frontal. No se necesita descubrir demasiadas sutilezas, para comprender que quiere y busca cada uno. Cuales son sus valores y sus formas de relación con el prójimo. Los diálogos son directos, cortantes, van al grano. Como si estuvieran dotados de una conciencia plena de sus necesidades, dicen todo lo que desean y piensan.
Mientras la mayoría de los directores desnudan a sus actrices, cuando alguna escena lo requiere, Fassbinder lo hace con los hombres. La atracción por el cuerpo masculino, está explicita en muchas secuencias, y el interés del director se traslada a los personajes varones, al extremo que su bella y voluptuosa hermana, bastante ebria, grita desesperada en una reunión con predominio de homosexuales, “¿no hay ningún hombre aquí al que le gusten las mujeres?”.
La secuencia final (ver video) es una suerte de condensación de la mirada de Fassbinder. Lo que allí se ve, y la forma en que se lo exhibe, la torna casi insoportable. Los niños que aparecen en escena, que no tienen el aspecto de ser pobres, se dedican a robar todo lo que pueden del cuerpo inerte del protagonista. Luego aparecen los amigos que descubren y abandonan el cadáver. Hay aquí un recurso formal que le da una fuerza especial a la secuencia. Ese recurso aparece en una breve parte de esta escena, donde vemos a los niños, en un plano más próximo a la cámara, escondidos detrás de una columna, contando el dinero que acaban de robar, y al mismo tiempo, en un plano un poco más apartado, los amigos que revisan el cadáver del protagonista. Juntar las dos acciones en una misma secuencia, potencia aún más la carga dramática de la escena final. Un final que deja una sensación de gran amargura.
//