Our Sunhi. (U ri Sunhi). Sang-soo Hong. Corea del sur. 2013
Se suele decir que hay directores que filman una misma película a lo largo de toda su carrera. Aunque su producción incluya varios títulos, cuando un realizador se obsesiona por ciertos temas y encuentra una forma personal para abordarlos, cada nueva obra es una variante de lo ya filmado. Este es el caso de Hong. Su interés por las relaciones entre hombres y mujeres, insertos en actividades relacionadas al cine, y que dirimen sus asuntos, sentados a la mesa de un café o restorán, con charlas regadas de abundantes dosis de bebidas alcohólicas, se repite a lo largo de la mayor parte de su filmografía. La ventaja de este estilo, es la posibilidad de profundizar y exponer minuciosamente las innumerables aristas de estas relaciones. La desventaja, es que, una vez que se han visto varios filmes del mismo director, la sensación de déjà vu, es inevitable.
Hecha esta introducción digamos que en el filme Our Sunhi, su originalidad radica, entre otras cuestiones, en que parece profundizar más en el personaje femenino, que no es solo un objeto de deseo para los protagonistas masculinos. Hong nos presenta una mujer con ambiciones, estudiante de cine, que está cansada de los hombres y que quiere concentrar todas sus energías en el estudio, para terminar su carrera. Sin embargo, aunque no corresponde al amor de ninguno de los tres pretendientes, los busca para reafirmar las virtudes que ella cree tener pero de las que duda. Otro aspecto original en esta obra de Hong, es la apuesta por el humor, que es mucho más explicito que en otros filmes suyos, tomando la forma, sobre todo al final, de una comedia de enredos.

La mirada de Hong sobre su profesión es bastante pesimista, aún así, sus personajes, todos pertenecientes al mundo del cine, aunque algo desencantados, no se plantean cambiar de profesión y alientan a Sunhi, para que finalice sus estudios.
Tal como ya suele ser su marca personal, Hong mantiene una cámara fija, que filma principalmente diálogos y casi ninguna acción. Su rechazo al recurso del plano y contraplano, nos permite observar no solo al que habla, sino también las reacciones del que escucha. Hay varias escenas hasta con tres interlocutores a la vez. Tampoco son planos cerrados. Cuando la acción se desarrolla en un bar, Hong aproxima la cámara lo suficiente, para que sigamos en detalle la conversación, con los gestos incluidos, pero no tan cerca que perdamos de vista los objetos que están sobre la mesa, en especial las botellas que se van acumulando como testimonios del transcurrir del tiempo. Un clima de gran bohemia caracteriza la vida de varios de los protagonistas, donde la improvisación en su diario vivir, parece estar a la orden del día. Solo el profesor universitario suele privilegiar sus compromisos, ante las propuestas espontáneas de sus interlocutores.
Hong nos deleita con otra de sus obras, que si bien no estará entre las mejores de su dilatada producción, no deja de ser un filme de notable calidad artística, que vale la pena ver.