Un lugar en la Tierra. Une place sur la Terre. Fabienne Godet. Francia. 2013 Se puede ver en forma gratuita desde el 15/01/2015 al 15/02/2015, en el sitio web: myfrenchfilmfestival.com



Este filme nos permite explorar las infinitas formas que pueden tomar los afectos entre personas de diferentes edades. Tres personajes centrales contiene la película de Godet, que a su vez representan a tres generaciones, y por lo tanto, si estuvieran emparentados, diríamos que son el padre, la hija y el nieto. Un cincuentón llamado Antoine, es fotógrafo freelance, talentoso pero sin ambiciones. Vive solo, y la obsesión por su actividad lo lleva a retratar casi cada momento de su vida, y lo que es más problemático, la de otros. Mateo es un vecino de Antoine de 7 años, que pasa más tiempo con el fotógrafo que con su madre, siempre sobrecargada de actividades. Por último está Elena, chica inteligente que prepara su tesis doctoral en el campo de la arqueología, mientras dedica sus ratos libres a tocar el piano. Vive al frente del departamento de Antoine, lo que le permite a este espiarla y retratarla en forma obsesiva. Sus vidas se entrecruzan, y van dando lugar al desarrollo de complejos sentimientos. Mateo es claro que ve a Antoine como su padre, pero cuando este lo presenta, dice que Mateo es su “mejor amigo”. Una definición extraña, que desubica un poco al niño, pero también refleja la contradicción entre los sentimientos de Antoine, y su temor a comprometerse a fondo en la vida del niño. Elena, magníficamente interpretada por la actriz griega Ariane Labed, es una joven atormentada, de principios morales rígidos y con una familia agobiante, presidida por un padre despótico. Sus conflictos psicológicos, se perciben en un rostro con expresiones casi permanentes de enojo o furia. Ríe con dificultad, le cuesta relajarse. Antoine se va enamorando de Elena, pero ella mantiene un afecto parco y pone distancia de Antoine sin dejar de compartir con él algunas salidas y paseos. Antoine es conciente de la frágil salud mental de Elena y no la presiona ni la acosa con su amor. Tampoco es su estilo. Con tal de estar con ella, acepta la amistad de Elena. Pero Antoine no se resigna del todo y a través de su cámara de fotos, transforma a Elena en su fetiche. La retrata a escondidas decenas de veces y decora su departamento con las imágenes obtenidas, en una actitud que bordea la violación al derecho a la privacidad de la chica. Como méritos destacables, es posible señalar el pulcro guión, donde el director se cuida de los discursos altisonantes y donde los diálogos son pocos y acrecientan más el misterio de los personajes en lugar de explicarlo todo por medio de las palabras. Hay un trabajo intenso sobre los rostros de los tres protagonistas, que permite captar sutiles gestos que acompañan a las emociones de los retratados. La inteligente idea de pensar la actividad de Antoine, no solo como su medio de vida, sino principalmente como forma de fetichismo hacia Elena, es lo mejor de la obra. Hay elementos para criticar en el filme. Un uso exagerado de la música extradiegética y diálogos que casi siempre son filmados en plano-contraplano, donde el espectador pierde la noción del contexto en que estos ocurren. La moraleja que queda flotando, es que la amistad puede ser un sucedáneo válido si la alternativa es la soledad, pero, a veces, esconde la enorme dificultad o la cobardía de poner en práctica un amor intenso e incondicional hacia el otro.