Hippocrate

Hippocrate (Hipócrates). Thomas Lilti. Francia. 2014

Ya desde las primeras escenas, es posible ir develando la naturaleza del espacio donde se desarrollará todo el filme. Con el pretexto de seguir el deambular de un joven, algo perdido, que recorre lo que parece el subsuelo de un hospital, la cámara va retratando paredes manchadas de humedad, con hongos, descascaradas, que nos hablan de un lugar sin el mínimo mantenimiento. Un ambiente hostil. La cámara se pega al muchacho hasta que encuentra la habitación que estaba buscando. Pide un guardapolvo de su talla pero solo tienen uno dos números más grande y manchado. Pide uno sin manchas, y le dicen que son “manchas limpias”, porque está lavado. Este breve preámbulo ya nos informa como funciona y el estado en el que está el hospital donde el protagonista deberá hacer su trabajo. Hippocrates_440x300Es un buen filme sobre el estado del sistema de salud pública en Francia. Se trata de una ficción, que sin embargo parece muy bien documentada sobre el quehacer médico en la Francia actual y en plena capital de la república. Muestra un mundo en las antípodas de las series yanquis tipo “Dr. House” (que de paso es motivo de burla en este filme francés) que relatan desventuras de médicos en hospitales de EEUU, y que parecen sacados de un mundo idílico e inexistente, donde todas las preocupaciones parecen centradas en las relaciones interpersonales, sin ninguna relación con las condiciones del trabajo. En Hipócrates no hay villanos ni tampoco héroes individuales. Sino un grupo de profesionales de la salud, médicos y enfermeros, explotados y humillados por un sistema perverso, basado en el modelo de ajuste neoliberal implementando también en Francia. Las últimas víctimas son los propios pacientes, que se mueren o agonizan, sin contar con las condiciones mínimas de trato digno. Porque los aparatos están rotos, porque hay la mitad de las enfermeras necesarias, porque no existen las camas suficientes, y porque las guardias extenuantes llevan a los médicos al agotamiento físico y mental. Pero aquí no están ausentes los conflictos entre colegas médicos, o entre estos y las enfermeras. Lo valioso es mostrarlos como un resultado de las condiciones de trabajo que ninguno de ellos ha elegido. El propio sistema, y la falta de experiencia política, los lleva a conductas individualistas y a acusarse mutuamente de los problemas que surgen. Sin embargo tampoco faltan las huelgas, aunque parecen más una válvula de escape a las presiones, que un modo de obtener objetivos claros. El cumplimiento de los protocolos médicos a ultranza, parece ser la única defensa de médicos y enfermeros para no perder su trabajo, aunque esto se haga muchas veces a costa del sufrimiento de los pacientes. Los reflejos corporativos, más que un medio de defender privilegios profesionales, solo aspiran a no terminar enjuiciados , penal y civilmente por muertes que los médicos no pueden evitar en medio del caótico sistema imperante.

Un diálogo cerca del final del filme entre los dos protagonistas principales, Benjamin y Abdel, ambos médicos, pone en evidencia el estado de ánimo del lugar:

Dice Benjamin:
– Creo que me rindo. No estoy hecho para este trabajo.

A lo que contesta Abdel:
– Ser médico no es un trabajo.

– ¿Y qué es?. Pregunta Benjamin

– No sé. Una especie de maldición. Remata Abdel.

La película, que tiene un tema meritorio y personajes creíbles, sin embargo adolece de un problema. Le falta alguna clase de poética. Todo es demasiado directo, y aunque resulta valioso intentar acercarse al mundo del trabajo, no logra hacerlo creando algún tipo de sub-texto, que nos permita pensar el filme más allá de lo que estamos viendo.

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