The look of silence. Joshua Oppenheimer. 2014
Del mismo director de la original y contundente «The act of killing». Este filme, de una estructura más convencional y directa, muestra las investigaciones que realiza un hombre de mediana edad, de nombre Adi, del genocidio perpetrado en Indonesia en 1965, contra supuestos «comunistas», interrogando a los captores y responsables de la muerte de su hermano.
Al igual que en «Act of Killing» en «The Look of Silence», se utiliza una estrategia indirecta para hacer hablar a los entrevistados. Como son conscientes que han cometido asesinatos masivos, a la menor señal de alarma, se ponen a la defensiva y se cierran a todo diálogo. Entonces, para evitar esto, Adi trata de ganarse la confianza de los ex-represores, ahora ancianos, presentándose como oftalmólogo que viene a estudiar la visión de cada uno y a recetarles anteojos a los que necesiten. Mientras realiza sus mediciones, Adi va contando la historia de su hermano, cómo fue secuestrado, torturado y asesinado. Relata los detallas que conoce a través de su madre. Cuando el interrogatorio toma esta forma tan directa, la mayoría pierde la compostura. Están quienes se muestran altivos y se niegan a continuar con la entrevista. Otros muestran un sentimiento de culpa y piden perdón por los crímenes cometidos. Están también los que tratan de justificarse.
Lo increíble de los relatos, al igual que lo ocurrido durante el nazismo, es ver con que facilidad los gobiernos de turno pueden convencer a buena parte de la población de un país, para ver al Otro, al diferente, como un objeto de maltrato, y alguien que por su condición no merece la más mínima piedad o misericordia. Se despoja a la víctima de todo rasgo humano, y se los somete a los más inenarrables suplicios y también a la muerte. Que estos hechos hayan ocurrido en 1965, apenas 20 años después de terminada 2ª Guerra Mundial, y con la memoria colectiva aún fresca por los horrores del nazismo, muestra la facilidad conque se reproducen las condiciones de represión salvaje cada vez el poder de la clase dominante de un país se ve amenazado. Que los EEUU hayan apoyado estas matanzas, muestra con nitidez, una conducta que sería permanente a lo largo de todo el siglo XX. Que abandone a los represores a su suerte, una vez realizado el trabajo sucio, es también frecuente. Así, uno de los asesinos, con altivez, reclama, en la película, como premio por su sadismo, un viaje a EEUU, país al que sirvieron combatiendo al comunismo.