El país de los sordos. Le pays des sourds. Nicolas Philibert. 1992
¿Que pensaría Usted de una persona que le dice que hubiera deseado tener una hija sorda? ¿Quiere presenciar y sorprenderse con el “canto” de un coro de sordos expresándose en su lenguaje de señas, sin que se escuche un solo sonido en la sala? ¿Entiende que los sordos constituyen una minoría discriminada con iguales derechos que los oyentes? ¿Desea ver cuanto pueden disfrutar la vida los sordos y vivir una existencia como la de cualquier oyente? Para intentar dar algunas respuestas creativas a estos interrogantes, Usted no puede dejar de visionar este filme.
El gran mérito del director es evitar en todo momento la compasión y la lástima. No hay motivos para estos sentimientos que resultan absurdos, ni bien nos integramos a la vida de los no oyentes.
Philibert hace un recorrido por varios grupos y en diferentes situaciones: niños en una escuela primaria, adultos “cantando” o representando una obra de teatro, adolescentes franceses en un encuentro feliz con jóvenes sordos de EEUU. Y luego, también, historias de vida y sufrimiento, que encontraron un final digno gracias a la lucha y perseverancia de los no oyentes que buscaron por todos los medios un espacio para vivir con plenitud su existencia.
El filme también retrata la dificultosa convivencia entre oyentes y no oyentes. Cómo se dificulta la comunicación, aún entre familiares, cuando los oyentes, que tienen la posibilidad de aprender el lenguaje de señas, renuncian al esfuerzo y aíslan al sordo. La comodidad y el desamor de los oyentes, la indolencia, cuando no la cobardía para cuestionarse su actitud, como ha ocurrido con otras minorías, impone muchas veces sus reglas dolorosas.
El mensaje es claro, pero no por ello deja de ser emotivo. No es un panfleto, sino un filme sensible. Hecho con mucho afecto por los seres retratados. Deducimos que los sordos son una minoría discriminada en casi cualquier país del mundo. Sus necesidades son poco atendidas y eso dificulta su integración al mundo de los oyentes. Se trata, como en tantos otros ámbitos, de una relación de poder. La mayoría de la población compuesta por oyentes, impone la forma de organizar el mundo a los no oyentes. Estas simples pero contundentes conclusiones son algunas de tantas que pueden extraerse mirando con atención esta película.