Mandariinid. Mandarinas

Mandariinid. Mandarinas. Zaza Urushadze. 2013

Mandariinid_1.jpgAbordar el tema de la guerra y tratar de desmenuzar su absurdo, sigue siendo una imperiosa necesidad en un mundo que ve multiplicarse las contiendas bélicas por casi todos los continentes.
La ex Unión Soviética, luego de su desmembramiento, fue y sigue siendo un espacio geográfico con variedad de conflictos armados, constituyendo un espacio fértil para reflexionar sobre la guerra. El director del filme, sitúa la historia en Abjasia, región recostada entre el Cáucaso y el Mar Negro, donde, como lo explica el texto de la introducción: «En la segunda mitad del siglo XIX, … se establecieron aldeas estonias. La guerra abjasio-georgiana, que comenzó en 1992, alteró la apacible vida de los habitantes estonios. La mayoría de ellos decidió regresar a su patria histórica. Sus aldeas quedaron vacías. Sólo unos pocos permanecieron.»
La película ha trascendido sus fronteras y se difundió por el mundo con un tema y un tratamiento que le valieron reconocimiento en varios países. Pero, ¿Que hace valioso a este filme, más allá de lo exótico de los paisajes y los pueblos involucrados? Sin lugar a dudas, el principal mérito en el enfoque del director, Zaza Urushadze, consiste en romper con la despersonalización de toda guerra y concentrar la historia en solo cuatro hombres: dos combatientes de bandos rivales y los otros dos, pertenecientes a la sociedad civil, dedicados a actividades productivas.
El personaje principal es Ivo, un descendiente de estonios que vive en las tierras en disputa, lugar desde donde han huido casi todos sus familiares y conocidos, a causa de la guerra que los tiene de espectadores y víctimas pasivas. Se dedica a fabricar cajones de madera para mandarinas, el cultivo que realiza sus vecino y amigo Margus. Tratan, en lo posible, de mantenerse al margen del conflicto, sin tomar partido por ninguno de los bandos.
Los otros dos personajes son Ahmed, un mercenario que lucha para los chechenos y Niko, que es georgiano y pelea para su país.
Al concentrar la historia en tan pocos personajes, el director tiene el tiempo suficiente para una descripción rica y profunda de sus conductas e ideas. El relato moroso, va dando lugar al lento pero fructífero reconocimiento mutuo, entre los cuatro hombres y en especial entre los dos soldados, a través de actos sencillos de la vida cotidiana. Se evita en todo momento los discursos que puedan desbarrancar en el panfleto, y se sitúa el eje de la historia en el carácter y los sentimientos de los involucrados que de a poco van superando los prejuicios iniciales.
Otro mérito destacable del filme es la función del bello paisaje. No queda relegado a un mero decorado, sino que se constituye en un protagonista de primer orden: brinda los frutos que cosecha Margus, la madera que utiliza Ivo para sus cajones y la leña para calentarse en el frío clima del lugar. La maraña de bosques y el terreno montañoso, sirven a los combatientes para esconderse o tender emboscadas a los enemigos, y condiciona las formas mismas de la guerra.
Pero las fortalezas del filme son también sus debilidades: Al plantear en abstracto lo detestable de toda guerra, se descontextualizan las razones del enfrenamiento que se está retratando. El espectador no sabe, ni le importan al director, los motivos de la lucha. El mensaje del filme, humanista pero limitado, es claro y cómodamente compartible y de allí su fácil llegada a públicos diversos de todo el mundo.
El final amargo, donde la guerra destruye en pocos minutos, el vínculo virtuoso que los personajes lograron construir en forma trabajosa, remacha la idea central del filme sobre el dolor y el sin sentido de la guerra.

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