Algunas constantes en la obra de Víctor Erice

 

el-espiritu-de-la-colmena-01.jpgSi pudiera elegir solo una película para llevarme a una isla desierta, sería “El espíritu de la colmena” de Víctor Erice. Mi memoria quiere hacerme creer que la conocí, por casualidad, en un cine de Córdoba, allá por mediados de la década de los setenta del siglo pasado, cuando todavía podía verse cine europeo de calidad en las salas comerciales del centro de mi ciudad. Mi mayor recuerdo, fue el desconcierto que me causó. La película me dejó deslumbrado, pero no podía explicarme por qué. Allí comprendí, a mis 17 años, que otro tipo de cine era posible, y debo agradecer a Víctor Erice, el habérmelo hecho conocer por primera vez.

Hoy, que he accedido ya a otras obras de este gran director español, me permito algunas consideraciones sobre sus trabajos. Me interesa en particular, comparar algunos elementos comunes que encuentro en tres de sus filmes: “El espíritu de la colmena” (1973), “El sur” (1983) y “La morte rouge” (2006).

La niñez y sus relaciones con la fantasía

En los tres filmes, el protagonista principal es un niño o niña que tiene entre 5 y 8 años. La habilidad con que Erice, torna verosímil, el retrato de estos niños, es un punto central en su filmografía. La imaginación que aflora en forma de historias y los misterios que deben develar durante su infancia, forman el eje central de sus relatos. La manera en que confunden fantasía con realidad, es otro rasgo compartido, que en el caso de “El Sur” tiene una vuelta de tuerca adicional, al extender a la edad adulta esta situación de límites difusos.

El cine dentro del cine

El cine está presente dentro de sus películas como una experiencia crucial en la vida de sus personajes. Piénsese la forma rotunda en que la imagen de Frankenstein impacta sobre la mente de Ana en “El espíritu…” llenando su días y sus noches de miedo y misterio y desarrollando hasta lo increíble, su imaginación de niña. En “El sur”, es el misterioso personaje de Irene Ríos, quien se mete en la vida del padre de Estrella y en la de su hija, sin que esté del todo claro, cuanto hubo de verdad y cuando de imaginación en el vínculo del padre con aquella actriz. Finalmente, en “La morte rouge”, es el propio Víctor Erice, que al evocar su primera experiencia con el cine, nos cuenta de manera poética la forma en que le impactó esa primera visión de un filme, y la dificultad, ¡otra vez!, para distinguir realidad de ficción. Como Ana o como Estrella.

La ubicación de la historia en un tiempo y un lugar preciso

En los tres filmes se menciona, desde el inicio, el año y el lugar en que trascurre la acción. Recordemos. En “El espíritu…” un cartel sobre impreso al comienzo, nos informa: “Un lugar de la meseta castellana hacia 1940”. En “El sur”, otro cartel, nos avisa que transcurre en el otoño de 1957, y luego sabemos que estamos al norte de España, y en “La morte rouge” nos comunica el relator, que la experiencia tuvo lugar cuando el director contaba con 5 años, o sea en 1945 y en un espacio bien definido, el cine Kursaal, en el País Vasco, región donde Erice nació. Todas esas fechas tienen en común su proximidad a la ocurrencia de la Guerra Civil española, acontecimiento que impacta de manera decisiva en la vida de los personajes, y en los escenarios donde transcurre la acción. Todas las historias contadas en los tres filmes, se ubican en el pasado, y esto facilita a Erice el despliegue de su enorme habilidad para hacer una penetrante evocación de esos tiempos lejanos. En el caso de “El sur” y de “La morte rouge”, ese sentimiento se ve intensificado porque los relatores, se ubican en el presente y recuerdan el pasado que los tuvo por protagonista, acrecentando la nostalgia.

La ausencia de violencia explícita

A pesar de las ominosas referencias a la Guerra Civil, los personajes de Erice, padecen sus consecuencias, pero no vemos nunca ninguna escena violenta en la que estén directamente involucrados, ni de esta guerra ni de ninguno otro evento. Aparecen muertos, el soldado desconocido en el “El espíritu…”, el padre de Estrella en “El sur”, pero Erice nunca filma el acto que llevó a esa consecuencia. Vemos el resultado final, pero no la acción que lo desencadenó. En contraposición, es en el cine que ven sus personajes, donde la violencia que Erice evita a sus protagonistas, aflora de modo directo. Frankenstein matando a la niña, en la película que ve Ana en el cine de su pueblo, el asesinato de Irene Ríos en la película que mira el padre de Estrella, o los niños masacrados en Madrid, durante la Guerra Civil, en los noticiosos de época que se ven en el cine Kursaal de la “Morte rouge”.

La voz en off

Siempre que una película usa el recurso de la voz en off, me resulta a priori sospechosa. Sin embargo, cuando Erice utiliza esta técnica en los tres filmes que estoy comparando, debo decir, que muy por el contrario, lo encuentro un recurso válido y convincente. ¿Qué particularidades tiene el uso que hace Erice, de este arbitrio? En los tres casos, son los protagonistas los que evocan pensamientos, y los hacen conocer al espectador a través de su propia voz. No es otro quien relata sus recuerdos, ideas o sentimientos, sino que son ellos mismos los que lo hacen. O escriben una carta, o un diario íntimo, y entonces conocemos su contenido por su lectura en voz alta. En Erice, los textos, tanto por su entonación como por su contenido, desbordan de sentimientos, con una mezcla de nostalgia y melancolía.

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