Camille Claudel 1915. Bruno Dumont. Francia. 2013
Ni un abrazo recibe Camille. Ni uno solo a lo largo de todo el filme (la palmadita en la espalda en el encuentro con su hermano no cuenta). Ninguna muestra de afecto de parte su familia, que salvo el hermano, ha decidido darle la espalda. Desamparo total. Soledad abrumadora. Época tenebrosa de las instituciones psiquiátricas que con suma liviandad decidían internaciones eternas, que hoy serían injustificables. Ni el peor delincuente tendría la incertidumbre de Camille de no saber cuanto tiempo requiere su internación. Ella lo hace notar cada vez que puede, cuando habla con el director del manicomio o con su hermano. El aislamiento, la orfandad afectiva y esa sensación de estar en un limbo dependiendo de no se sabe que fuerzas superiores, es el drama de Camille que tan bien retrata Bruno Dumont. Alejado del estilo expuesto en anteriores filmes suyos, donde coexistían personajes extraños en situaciones raras, aquí todo es transparente, aunque no menos doloroso. Salvo el encuentro con el hermano, no hay escenas con una carga dramática desbordada. Al contrario, la efectividad del filme, su impacto emocional en el espectador, reside en la habilidad de Dumont para retratar la rutina diaria de Camille: higienizarse, cocinar y comer, rezar, escribir, pasear. Nada excepcional, nada extraño, ningún secreto, ninguna perversión. Toda esta actividad no sería digna de ser plasmada en imágenes, si no fuera porque debe hacerse dentro un espacio acotado por las paredes del hospital y la vigilancia de las monjas. Es la rutina agobiante de una presa. En definitiva una rutina de encierro casi sin esperanzas. Y es el suspenso de no saber si ella finalmente logrará su libertad, lo que mantiene la tensión del filme y la empatía del espectador.
El fuera de campo es muy importante en este filme. Los asuntos que no están en las imágenes, se pueden plantear en forma de preguntas. ¿Qué pasa con la madre y la otra hermana? ¿Por qué son apenas fantasmas en la película? ¿Qué pecado oprobioso cometió Camille para ser ignorada por ellas? ¿Qué falta grave ha cometido, para justificar los reproches del hermano, cuando ella le pide ayuda en busca de su libertad? ¿Qué perjuicio puede causarse a si misma o a otros su delirio de persecución? ¿Cuánto daño pueden ocasionar los que tienen el poder de decidir su encierro?
Ni siquiera la escena final nos da esperanzas. Es allí donde el director del hospital sugiere la posibilidad de que la familia consienta los deseos de Camille, sacándola del encierro y llevándola a algún lugar cerca de París. Dumont no nos deja tiempo para imaginar que este pueda haber sido el destino final, ya que un conjunto de carteles nos informan de inmediato que Camille murió muchos años después, y que siempre vivió encerrada. Me acuerdo ahora del final de la película de Marco Bellocchio “Buongiorno, notte”, sobre el caso Aldo Moro, que terminó en la realidad con su asesinato. Bellocchio, en una salida esperanzadora, elabora un final distinto: Aldo Moro no muere, sino que obtiene su libertad. Dumont no se permite ese sueño. Tiene una mirada más pesimista y se atiene a los hechos por dolorosos que sean.
En conclusión: una gran película. Con una convincente actuación de Juliette Binoche en el rol protagónico. Un filme austero, y a la vez contundente y demoledor.
Cuando un personaje dice algo demasiado obvio, uno puede pensar dos cosas. O el director trataba de hablar a través del personaje y con ello subestima al público y aplica una “bajada de línea” moral o política o seudo-filosófica, y en consecuencia, comete un error grave como cineasta. O lo dicho, es una exposición de un personaje que no resulta el alter-ego del director, sino simplemente un individuo vulgar, con ideas esquemáticas, y entonces el director define la mediocridad del personaje a través de ese discurso simplista. Todo esto para decir que la perorata de Paul, el hermano de Camille, sobre el final, cuando le cuenta al director del manicomio sus opiniones sobre el devenir de los artistas en general y de su hermana en particular, es una escena que me “hacia ruido” al principio. Me preguntaba: ¿Será posible que un director experimentado como Dumont recurra a un discurso tan obvio?. Pero no es el pensamiento de Dumont el que expresa el hermano de Camille sino la defensa de su familia para el encierro de Camille, y entonces el recurso cinematográfico está plenamente justificado.