Fogo. Yulene Olaizola. México – Canadá. 2012
La Isla Fogo (en inglés: Fogo Island) es una isla habitada situada en la costa noreste de Terranova, al norte de Canadá. En este escenario, dominado por el frío y la brisa marina, se retratan momentos de la vida triste de un conjunto de hombres que han abandonado hace rato la juventud, quienes sienten debilitada la fuerza para pelearle a la adversidad, donde la presión del arraigo es demasiado poderosa para dejar todo sin más y salir en busca de un nuevo destino. Los cambios de la economía del lugar hacen estragos en la vida de muchas personas, y nuestros protagonistas no son la excepción. Aunque en la película no se cuentan detalles, se entiende que la situación es mala apelando a recursos estrictamente cinematográficos: casas derruidas y abandonadas, hambre, dinero escaso, nada de trabajo, mucho tiempo muerto, miradas perdidas en el horizonte, nostalgia. Una mezcla deprimente que como en tantos otros lugares del mundo se mitiga con un poco de alcohol y bastante amistad. El afecto de los perros es también bienvenido a la hora de enfrentar la angustia del desamparo.
Olaizola, filma con maestría el paisaje desolado que entona con el drama de sus personajes. Las nevadas, el viento frío, el cielo nublado, los ríos congelados, nieve por doquier, van siendo retratados a lo largo del filme, y se constituyen en otros tantos personajes. Con predominio de planos generales, logra impactar al espectador y transmitirle la belleza lúgubre del paisaje donde estos hombres pelean por su subsistencia en un medio que parece devorarlos.
Las palabras son pocas y justas y se evita caer en el lamento oral, que demostraría la escasa fe de la directora en la potencia de sus imágenes. Ella sabe que el silencio es también un sonido, de lo más ominoso, a veces, y los primeros planos de los rostros curtidos, son suficientes para dar cuenta de los sentimientos que embargan a estos hombres. Cuando se hace necesario explicar un poco más, la utilización de una canción que interpreta, con lágrimas en los ojos, el más viejo de los personajes, se transforma en un recurso poético que evita la lástima del espectador.
Una película noble, contemplativa pero empática, que nos enternece pero nunca desata la compasión, respetando así, la dignidad de los personajes.
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