El último de los injustos (Le dernier des injustes). Claude Lanzmann. Francia | Austria. 2013
Luego de ver este filme, recordaba la definición del director argentino Sergio Wolf, respecto a que en un documental también es necesario hacer un casting, porque no todos los potenciales participantes saben desenvolverse, aunque parezca que no se requiera ninguna destreza especial para contar la propia vida frente a cámara. Ocurre que para participar como testigo de un tiempo ya ido, es necesario no solo tener buena memoria sino también saber relatar hechos interesantes con inteligencia, fluidez y un toque de humor. Cuando se encuentra un ser humano así, gran parte de la tarea de realización del documental está completada.
El director Claude Lanzmann, que realiza desde hace mucho tiempo, numerosos documentales sobre el tema del Holocausto, recupera aquí unas entrevistas al ex rabino Benjamin Murmelstein, gravadas a comienzos de los ’70 del siglo pasado en la ciudad de Roma, donde estaba radicado Murmelstein. La historia de este hombre, es a la vez fascinante y aterradora y su memoria prodigiosa y facilidad de palabra junto a un toque de humor típicamente judío, le dan al relato un gran atractivo.
Lanzmann, intercala momentos de la entrevista con imágenes actuales de los lugares en que estuvo Murmelstein, durante la ocupación nazi de Austria, donde el ex rabino vivía al momento de la Segunda Guerra Mundial. Así recorre, Viena, el ex ghetto de Theresienstadt, en lo que era Checoslovaquia, donde Murmelstein se desempeñó, parte del tiempo, como presidente del Consejo Judío. Va a Polonia, donde también fue enviado Murmelstein para inspeccionar un lugar donde los nazis pensaban construir un campo de concentración. En sus recorridos del presente, Lanzmann, va desgranando sus sentidas reflexiones sobre los hechos asociados a los lugares que visita.
Este documental muestra, de paso, que se puede hacer una gran película, sabiendo escoger el tema y a los personajes adecuados, aunque desde lo formal no se muestre ninguna innovación. Es que Lanzmann entrevista a Murmelstein de modo tradicional, haciendo preguntas incisivas y esperando a ver como se defiende su interlocutor. La cámara simplemente registra las declaraciones del ex rabino, sin demasiados artilugios formales. El montaje es convencional, y las aportaciones de Lanzmann en el presente, si bien son valiosas, quedan opacadas ante la exuberancia del discurso y el desempeño extraordinario del entrevistado.
Una gran película, que merece verse, para aprender algo más del Holocausto, de la experiencia en los campos de concentración y los ghettos creados por los nazis. Pero sobre todo para descubrir a un personaje inolvidable, que a través de sus anécdotas, nos transmite la emoción y los sentimientos de los que sufrieron aquellas espantosas vivencias.