Cavalo Dinheiro. Pedro Costa. Portugal. 2014

Esta película de Costa es un ejemplo prodigioso de todo lo que uno quisiera ver más seguido en el cine argentino actual. Su compromiso con los humillados y ofendidos de Portugal, no es obstáculo para realizar una obra artística destacable y trascendente, sin caer en el panfleto ni la bajada de línea. No existe una narración propiamente dicha, pero ello no obsta para que el filme sea fácilmente ubicable en un contexto espacio temporal bien definido.
Negro, extranjero y obrero retirado, Ventura, nuestro protagonista, está padeciendo las consecuencias de una vejez prematura. Aquejado por la enfermedad de Parkinson, cuando aún no ha alcanzado los 60 años, su cuerpo se cobra los abusos a que fue sometido como trabajador de la construcción durante muchos años, desde el arribo de su Cabo Verde natal.

Costa logra un filme lleno de aciertos formales, que se conjugan con precisión en el retrato de Ventura. Con escenas que cuentan con una iluminación extraña, que destaca los rostros por sobre el entorno (ver las fotografías que acompañan estas notas), Costa logra crear en el espectador un deseable extrañamiento que nos obliga a reconcentrar la atención en las imágenes, mirarlas con delectación y como formas misteriosas. Igual misterio despiertan los pasos vacilantes de Ventura, transitando semidesnudo por oscuros pasillos parecidos a catacumbas, secuencias que se acompañan del ruido amplificado de los zapatos golpeando sobre un piso duro y desapareciendo en la penumbra que parece tragarlo.
Los pocos exteriores que aparecen, se filman casi todos de noche, aumentando en el espectador la sensación de melancolía que aflige a los personajes.

Costa reserva para las palabras, la información clave sobre los protagonistas. Sus nombres, de donde vienen, que trabajos realizan, donde viven (en Fontainhas, un suburbio de Lisboa en el que residen numerosos inmigrantes de Cabo Verde), y lo más importante: los problemas económicos que padecen como consecuencia de un sistema que los ha relegado a realizar las tareas más duras. Toda esa información, se suministra a través de escenas que la justifican, a la vez que aportan al espectador la idea de que no se trata de seres que viven en un mundo impreciso, sino que forman parte de la población más castigada de la Lisboa actual.
Una gran película, que demuestra que pude hacerse arte elevado y a la vez comprometido con su pueblo y sus habitantes más sufridos.