La mujer sin cabeza. Lucrecia Martel. Argentina. 2008

A diferencia de buena parte del nuevo cine argentino, Martel filma una película con argumento. Y además la encuadra en una geografía definida, su Salta natal. Las clases sociales están claramente representadas, pero la película no trata de un conflicto entre ellas, al menos de modo explícito. Son diversas las interpretaciones que este filme ha generado entre los críticos. Algunos como Nicolás Prividera ven una referencia al horror latente. “Las películas de Martel siempre rozan el horror, (…): son pura sugestión. El cine como exteriorización de lo imaginario, ya que la elusión genera literal expectación: la sensación ominosa de que algo está por ocurrir (o que ya ocurrió en algún momento oscuro e ignorado).” Nicolás Prividera, “El país del cine”, página 194.
La protagonista principal se llama Verónica, en una brillante interpretación de la actriz María Onetto, es profesional y pertenece a la burguesía salteña. Un buen día atropella con su auto algo que no sabe si es un perro o una persona, o ambos, ya que no se baja para corroborarlo y prefiere huir. Luego empieza a surgir cierto e indefinible malestar y sus allegados tejen una serie de acciones para protegerla. La conducta de Verónica no cambia sustancialmente, el accidente es relatado por ella a sus allegados, sin modificaciones evidentes en su estado de ánimo y en su conducta. Nadie le dice algo como: “estás rara, ¿te pasa algo?”. Verónica es una mujer parca, con un gesto ambiguo casi permanente, que parece una media sonrisa o que está a punto de largarse a llorar. Es un gesto de malestar, de incomodidad, de preocupación. El accidente, si bien no parece haberle generado ninguna culpa, y no piensa que nadie vaya a castigarla, pone sin embargo en evidencia su vulnerabilidad.

Dice Schwarzböck: “Lo siniestro de esta clase de impunidad –la verdadera presencia de algo siniestro en la película- proviene de la posición social de los impunes. Vero y su familia son profesionales de clase media alta, dentistas y abogados; familias que tienen vínculos con la política, la justicia y la policía.” Silvia Schwarzböck, “Los espantos”, Kilómetro 111, Nº 8, página 166.
Es llamativo como se relacionan los esposos con las empleadas domésticas y otros representantes de la clase trabajadora como jardineros o pequeños artesanos. Hay una muestra de soberbia evidente en los que mandan y de sumisión obsecuente en los que obedecen. Nada augura una rebeldía de los sometidos. Sin embargo, el malestar de Verónica, parece a la espera de que alguna amenaza difusa se concrete. Su mundo frívolo e intrascendente, no parece tan sólido como ella podía pensarlo antes del accidente. El incidente en la ruta funciona como el disparador, que saca por la fuerza a Verónica de su seguridad y certezas, si es que alguna vez las tuvo. Agrega al respecto Schwarzböck: “(…) por la proliferación de empleados que se comportan respecto de ella como si fueran sus lacayos, muestra un grado de dependencia que la pone al borde de no poder hacer nada por sí misma. De ese modo, revela que quién es servido (y, sobre todo servido en demasía) en el fondo es un inútil, alguien ‘que no sirve para nada’“. Página 171.
El correlato formal del filme de Martel, es coherente, ya que predominan los primeros planos cada vez que enfoca a Vero, lo que permite captar los más mínimos gestos de su rostro. La mayoría de las acciones de los protagonistas transcurren en interiores, sea el interior de una casa, un auto o un hotel, como si el afuera contuviera algo preocupante que es mejor no conocer. Incluso en la escena del accidente, no hay ninguna cámara objetiva, que filme el hecho desde afuera del auto que conduce Vero. Toda la secuencia transcurre con un primer plano lateral, donde se ve a Vero, primero hablando por el celular, y luego del choque, con un gesto de desconcierto. Es justamente en los momentos previos a esta escena del accidente, donde se ve a un grupo de niños humildes, a los representantes de las clases populares, que corren junto a un perro, cerca de la ruta. La escena no solo es necesaria para suministrar al espectador la información que le permita entender lo que viene después: el accidente y sus consecuencias. Aquí Martel filma toda la secuencia en un plano general, que no solo parece apropiado para retratar la intensa acción y al gran número de protagonistas (los niños y el perro), sino que muestra con este plano distendido, que son los únicos en el filme que parecen disfrutar de una interacción lúdica con la naturaleza.